V
Yo fui a casa de Raquel (como de
costumbre) y me largué de allí después de una intensa discusión
en la que además de enfadarla, conseguí divertirme. Escuché el
chirriar de ruedas y el golpe, y bajé a toda velocidad las
escaleras. Me encontré a muchos testigos que habían quedado
atrapados, casi trescientas personas, congregados en el stop
esperando a que ocurriera la desgracia; y acabó ocurriendo. Aparté
a los mirones hasta llegar al foco de la atención, donde los tres
adolescentes rodeaban el cadáver de Julián. <<¡Dejadle
aire!>> grité varias, pero nadie se apartaba.
—Si se va a recuperar...—
Dijo Damián, impasible.
—Esta vez no, Damián, esta
vez no...— Dije.
Julián no se movía, tirado en
el suelo. Un enorme charco de sangre se había formado bajo el casco
cuando llegó Néstor con la ambulancia. El auxiliar se bajó del
vehículo y se acercó más rápido que de costumbre. Me encargué de
avisar a la señorita Laura de que le dijera a Néstor de que, en
este día, urgía su presencia. Sacó la camilla y le ayudé a
colocarlo. Lo montamos por la parte trasera y se marcho a toda
velocidad al hospital más cercano. Nunca salió de allí.
Cuando Héctor y Bruno llegaron, tomaron declaración a todos los
presentes una vez más, y por radio recibieron el mensaje de que
Julián murió minutos después de entrar en el hospital. Todos
estaban extrañados a pesar de que aún actuaban con normalidad. No
aceptaban la muerte de Julián como una realidad y contestaban a los
policías como si se tratara del juego de cada día.
Pero algunas de las declaraciones variaron, y dieron pistas sobre el
vehículo que provocó la muerte del joven. Susana aseguró que era
un coche verde oscuro y estaba convencida de que conocía la marca y
el modelo. Los adolescentes habían anotado la matrícula y se la
dieron a los agentes. Horas más tarde se confirmó que el conductor
era Alberto, el amigo de Julián, el que con su propio coche provocó
el accidente.
Al día siguiente regresó la normalidad a sus vidas, retomadas en
el mismo día donde llevaba tantos años estancada; pero Alberto era
un asesino y Julián, su víctima. Durante años estuvo cogiendo el
coche de su amigo para adelantarse en la tienda y comprar el hielo,
demostrándole que no le había podido engañar con la excusa de la
gasolina, hasta que Julían no olvidó la llave. Ese día cogió su
coche y a toda velocidad salió a comprar hielo para comenzar la
fiesta que Julián se perdería en su propia casa.
Carmen abortó, era algo que tenía muy decidido; quería tomar las
riendas de su vida, porque era su vida. Los tres adolescentes habían
madurado tanto en esos veinte años que fueron alumnos aventajados en
todo lo que aprendieron. Gori se recuperó del estómago, y Susana
nunca más volvió a ver a esa amiga; también atrapada desde que un
día Susana le hiciera ver el accidente. Rosario volvió a
confundirse con el teléfono toda su vida, y Nuria cargó con la
cruz. A Rogelio le aburrían los programas nuevos de televisión y
empezó a salir a la calle; pero siempre con sultán al lado. Laura
dejó el trabajo de operadora y fue a buscar a Rogelio, cuya voz le
atraía; lástima que se encontró con un hombre extremadamente feo y
que pasaba los cincuenta. Néstor no volvió a arrastrar a nadie. Los
policías hicieron el informe más completo que se vio en la historia
de la comisaría, y no hubo dudas a la hora de sentenciar a Alberto;
a pesar de que todos sabían que era un accidente. Sólo eso.
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