miércoles, 10 de junio de 2015

Pollas submarinas


<<¡Ten cuidado con las pollas submarinas!>> le decía la abuela de Norberto a su nieto cuando iba a la playa con sus amigos. Norberto siempre salía muerto de la risa de la casa de sus abuelos. Siempre le daban para que se comprase algo; pero le daban tanto dinero que podía comprarse muchos algos. Su abuelo tenía un carácter aún más divertido que el de la abuela, aunque a su vez era más reservado. Siempre gruñía al oír esa expresión malsonante.
A Norberto en cambio, le encantaba esa expresión, y la hizo popular entre sus amigos, a quienes les divirtió un verano entero pronunciarla. A cualquier sitio donde fueran, respondían con la dichosa frase. <<Voy a orinar>> y alguno lo decía. <<¡Ten cuidado con las pollas submarinas!>> <<Me voy a particulares>> y otra vez lo mismo. Tanto la nombraron, que llegó por hacerse real el mito de que en las playas de su pueblo buceaban pollas en busca de presas jóvenes a las que atacar.

Al verano siguiente, a primeros de junio, una morena atacó a uno de los amigos de Norberto. En el ambulatorio donde le atendieron, dijeron que la mordedura parecía la típica de un murénido joven, mostrando el paciente los mismos síntomas derivados. Pero el adolescente afirmaba que vio una polla submarina acechándole antes de sentir un pinchazo en el tobillo. Esto no hizo más que sacar unas carcajadas a los sanitarios de guardia, que le trataron para una mordedura común de morena.
Lo sorprendente fue días más tarde, cuando otra joven, con una mordedura de morena, aseguraba haber visto una polla gigante acechándola durante un baño en aguas poco profundas, cuando sintió un horrible dolor en su nalga derecha, que mostraba la mordedura típica del pez que se había adueñado de las aguas del pueblo. Así pasó el ambulatorio, repleto de heridos, todo el mes de junio, hasta que cerraron la playa un día antes de julio.

El pueblo se quedó sin playa durante todo aquel verano. Expertos de toda la zona acudieron para investigar lo que había provocado la plaga de morenas que habitaban en las aguas tranquilas de esas playas, pero encontraron muy pocos ejemplares para la cantidad de víctimas que hubo en sólo un mes. Continuaron parte del invierno investigando, pero volvieron a abrir la playa del pueblo antes de la siguiente temporada.
A pesar de ello, nadie volvió a bañarse en sus playas. En sus aguas tranquilas había crecido un misterio. Aunque no hubo ni una víctima mortal, todos los que fueron sorprendidos durante el baño afirmaban lo mismo: una polla submarina les acechaba.

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