<<¡Ten cuidado
con las pollas submarinas!>> le decía la abuela de Norberto a
su nieto cuando iba a la playa con sus amigos. Norberto siempre salía
muerto de la risa de la casa de sus abuelos. Siempre le daban para
que se comprase algo; pero le daban tanto dinero que podía comprarse
muchos algos. Su abuelo tenía un carácter aún más divertido que
el de la abuela, aunque a su vez era más reservado. Siempre gruñía
al oír esa expresión malsonante.
A Norberto en cambio, le
encantaba esa expresión, y la hizo popular entre sus amigos, a
quienes les divirtió un verano entero pronunciarla. A cualquier
sitio donde fueran, respondían con la dichosa frase. <<Voy a
orinar>> y alguno lo decía. <<¡Ten cuidado con las
pollas submarinas!>> <<Me voy a particulares>> y
otra vez lo mismo. Tanto la nombraron, que llegó por hacerse real el
mito de que en las playas de su pueblo buceaban pollas en busca de
presas jóvenes a las que atacar.
Al verano siguiente, a
primeros de junio, una morena atacó a uno de los amigos de Norberto.
En el ambulatorio donde le atendieron, dijeron que la mordedura
parecía la típica de un murénido joven, mostrando el paciente los
mismos síntomas derivados. Pero el adolescente afirmaba que vio una
polla submarina acechándole antes de sentir un pinchazo en el
tobillo. Esto no hizo más que sacar unas carcajadas a los sanitarios
de guardia, que le trataron para una mordedura común de morena.
Lo sorprendente fue días
más tarde, cuando otra joven, con una mordedura de morena, aseguraba
haber visto una polla gigante acechándola durante un baño en aguas
poco profundas, cuando sintió un horrible dolor en su nalga derecha,
que mostraba la mordedura típica del pez que se había adueñado de
las aguas del pueblo. Así pasó el ambulatorio, repleto de heridos,
todo el mes de junio, hasta que cerraron la playa un día antes de
julio.
El pueblo se quedó sin
playa durante todo aquel verano. Expertos de toda la zona acudieron
para investigar lo que había provocado la plaga de morenas que
habitaban en las aguas tranquilas de esas playas, pero encontraron
muy pocos ejemplares para la cantidad de víctimas que hubo en sólo
un mes. Continuaron parte del invierno investigando, pero volvieron a
abrir la playa del pueblo antes de la siguiente temporada.
A pesar de ello, nadie
volvió a bañarse en sus playas. En sus aguas tranquilas había
crecido un misterio. Aunque no hubo ni una víctima mortal, todos los
que fueron sorprendidos durante el baño afirmaban lo mismo: una
polla submarina les acechaba.
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