miércoles, 10 de junio de 2015

Avalancha (IV)


IV





Volvió a amanecer, y esta vez lo hice todo igual que el día anterior, incluso hice acopio de toda mi paciencia para no discutirle a Raquel, pero eso también la enojó y acabamos cortando. A la misma hora salí de su casa y bajé para encontrarme al grupo rodeando a Julián. Me acerqué y ya no fue ninguna sorpresa que yo estuviera allí; alguno se mofó de mí preguntándome por el asesino. Los adolescentes se acusaban entre ellos riéndose, pero yo me mantuve firme.


—No sé si deberíamos salir de aquí, el cadáver lo tenéis delante de vosotros.— Dije a los que estaban presentes esta vez. Habían caras nuevas, al menos veinte personas en total. Se habían avisado entre ellos de que yo decía que todo era un asesinato.



Quedaron callados tras pronunciarme. Estoy seguro de que ninguno se esperaba esa frase, ni siquiera creían que aún mantuviera la teoría de que había ocurrido un asesinato. Luego llegaron las primeras burlas, pero Rogelio, uno de los pocos que continuaban sin el juicio perdido, permaneció serio. Entonces, comprobando que tenía el apoyo de algunos más, cité a todos los atrapados al anochecer, y me fui a pasear, a meditar sobre el asunto.


Regresé a la hora prevista, y todos, incluidos los policías Bruno y Héctor, Néstor el auxiliar, y Julián, estaban en el stop esperando mi llegada. Me apoyé sobre la señal y ellos me rodearon. A pesar del paseo, no tenía el discurso preparado. Yo no sabía muy bien como decirlo, puesto que el mayor implicado, aquél que moriría al día siguiente, era la pieza clave para que todos continuaran con sus vidas.

Realmente era una decisión que no me correspondía a mí, ni tan siquiera estaba seguro de que fuera real, o que fuera a ocurrir. En una ocasión escribí algo parecido, sobre alguien atrapado en el tiempo, a quien un pequeño detalle le liberaba, pero que nunca llegaba a entender cual era. Yo fui capaz de desenmarañar los hilos en esta ocasión, o eso creía, porque en realidad no estaba seguro de que el plan funcionaría. Por eso tampoco estaba seguro de qué comentar en voz alta, y también por eso, al final, me retracté.



—Sólo voy a pedir una cosa. Necesito que me hagas un favor mañana antes de salir para el accidente...— Dije mirando a Julián, que se quedó tan asombrado como la primera vez.

—Para eso estamos aquí.— Contestó el chaval. —Dime...

—¿Alguna vez te has llevado las llaves de tu coche al accidente?

—No.

—Pues mañana, te las llevas contigo cuando salgas.— Él tenía la llave, era la clave de su propia muerte.



Y así lo hizo.

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