IV
Volvió a amanecer, y esta vez
lo hice todo igual que el día anterior, incluso hice acopio de toda
mi paciencia para no discutirle a Raquel, pero eso también la enojó
y acabamos cortando. A la misma hora salí de su casa y bajé para
encontrarme al grupo rodeando a Julián. Me acerqué y ya no fue
ninguna sorpresa que yo estuviera allí; alguno se mofó de mí
preguntándome por el asesino. Los adolescentes se acusaban entre
ellos riéndose, pero yo me mantuve firme.
—No sé si deberíamos salir
de aquí, el cadáver lo tenéis delante de vosotros.— Dije a los
que estaban presentes esta vez. Habían caras nuevas, al menos veinte
personas en total. Se habían avisado entre ellos de que yo decía
que todo era un asesinato.
Quedaron callados tras
pronunciarme. Estoy seguro de que ninguno se esperaba esa frase, ni
siquiera creían que aún mantuviera la teoría de que había
ocurrido un asesinato. Luego llegaron las primeras burlas, pero
Rogelio, uno de los pocos que continuaban sin el juicio perdido,
permaneció serio. Entonces, comprobando que tenía el apoyo de
algunos más, cité a todos los atrapados al anochecer, y me fui a
pasear, a meditar sobre el asunto.
Regresé a la hora prevista, y
todos, incluidos los policías Bruno y Héctor, Néstor el auxiliar,
y Julián, estaban en el stop esperando mi llegada. Me apoyé sobre
la señal y ellos me rodearon. A pesar del paseo, no tenía el
discurso preparado. Yo no sabía muy bien como decirlo, puesto que el
mayor implicado, aquél que moriría al día siguiente, era la pieza
clave para que todos continuaran con sus vidas.
Realmente era una decisión que
no me correspondía a mí, ni tan siquiera estaba seguro de que fuera
real, o que fuera a ocurrir. En una ocasión escribí algo parecido,
sobre alguien atrapado en el tiempo, a quien un pequeño detalle le
liberaba, pero que nunca llegaba a entender cual era. Yo fui capaz de
desenmarañar los hilos en esta ocasión, o eso creía, porque en
realidad no estaba seguro de que el plan funcionaría. Por eso
tampoco estaba seguro de qué comentar en voz alta, y también por
eso, al final, me retracté.
—Sólo voy a pedir una cosa.
Necesito que me hagas un favor mañana antes de salir para el
accidente...— Dije mirando a Julián, que se quedó tan asombrado
como la primera vez.
—Para eso estamos aquí.—
Contestó el chaval. —Dime...
—¿Alguna vez te has llevado
las llaves de tu coche al accidente?
—No.
—Pues mañana, te las llevas
contigo cuando salgas.— Él tenía la llave, era la clave de su
propia muerte.
Y así lo hizo.
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